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viernes, 9 de noviembre de 2007

tomado de hoy digital


ECONOMÍA

NOEL: cañadas, cauces y empleo

Los damnificados volverán contra todas las prohibiciones a asentarse en las tierras donde por inútiles se les permita vivir y donde desgraciadamente corren el peligro de hacerse menos útiles a la sociedad y a sí mismos.
En ocasiones de extrema calamidad, como la provocada por Noel, en las que la mala conciencia de nuestra sociedad dominante se siente compelida a hacer algo por ellos ¿nos parecerá absurda su negativa a dejar los refugios a no ser a cambio de viviendas en mejores lugares?

JOSÉ LUÍS ALEMÁN S. J.

Noel ha mostrado con realismo brutal la precariedad y vulnerabilidad de la vida de millones de dominicanos asentados en cañadas y cauces de ríos dormidos por las sequías de décadas. Ningunas cifras estadísticas tienen el potencial de realismo de la televisión cuando esta opera sin escenarios construidos para lograr efectismo. Nada más elocuente en la tragedia que los hechos mismos. Evaluación y explicación de los hechos corren, por supuesto, a niveles más superficiales.

En ocasiones hemos oído amargas críticas contra la aparente permisividad de gobiernos actuales y pasados tolerantes irresponsables de asentamientos en terrenos amenazados por inundaciones. También, algo más discretamente, se ha acusado de irresponsabilidad y cortoplacismo a quienes sentaron su morada sobre tan peligrosas bases. Se las ha criticado, con cierta comprensión compasiva por su cortedad de miras en negarse a abandonar sus casas para no perder escasos muebles y utensilios. Más abiertamente se condena el vandalismo de los saqueadores.

Tal vez no estén de más unas líneas que nos recuerden lo que la Economía, siempre tan hábil para explicar el mal, puede decirnos sobre el origen de esos asentamientos y de sus salteadores. Comenzaré por unas breves consideraciones demográficas tan infrecuentes en el análisis socioeconómico como evidentes en los procesos sociales de magnitud para continuar con Marx y Durkheim y concluir con teorías antropológicas sobre la subcultura de la pobreza y la globalización.

1. De Malthus a la subcultura de la pobreza.

a) Me parece conveniente partir de la explosión demográfica provocada por el éxito de políticas de salud pública en reducir las tasas de defunción temprana y aumentar así las de crecimiento de la población.

Todavía en los mil ochocientos setenta hablaba el agudo observador de la realidad social dominicana Presidente Ulises Francisco Espaillat de la “enormidad” de nuestra tierra, de la falta de gente que ocupase ese vacío espacial y de la conveniencia de leyes que fomentasen inmigraciones (por supuesto blancas y acostumbradas al trabajo y al orden). Pedro Francisco Bonó al describir la “partenogénesis” social provocada por el casamiento de los hijos de la familia campesina -con mucho la más numerosa (Santo Domingo, Puerto Plata y Santiago eran pueblos de apenas diez mil habitantes en aquellos tiempos)- noveliza la disponibilidad de tierras para la pareja recién casada.

Mientras había tierra disponible, aun a principios del siglo XX, relata Roberto Cassá, la resistencia del campesino a incorporarse a los mercados, urbanos casi todos por aquel entonces. Solamente cuando se agotó la tierra disponible y cuando se documentaron y llevaron a la práctica los derechos de propiedad de la tierra en la primera ocupación norteamericana puede hablarse de migraciones del campo a las ciudades.

El volumen de las migraciones no hubiera sido tan grande si el crecimiento poblacional hubiese mantenido su casi secular ritmo. La paulatina generalización de servicios médicos y de combate a enfermedades endémicas provocó desde los 1920 la clásica disminución de la tasa de mortalidad registrada en todos los países de desarrollo tardío y consiguientemente el crecimiento explosivo de la población.

Carencia del tradicional acceso a la tierra y aumento de la población “redundante” en las zonas rurales presionaban la migración hacia pueblos y ciudades con mayores facilidades de empleo y de vida.

b) Marx concluyó que las migraciones del campo a la ciudad más que un fenómeno continuo aumentaban o diminuían con el ritmo de crecimiento de la industria urbana y que desde el punto de vista del crecimiento industrial constituían un mecanismo importante que garantizaban a la industria urbana mano de obra barata utilizable en tareas de pocas exigencias técnicas. Los campésinos migrantes formaban parte del primer “ejército industrial de reserva” que permitía a los industriales mayores ganancias y menores costos.

Esta migración tenía como condiciones indispensables solamente la expropiación de la tierra disponible para los campesinos y el auge de la industria. Enemigo visceral de Malthus, quien aceptaba la posibilidad transitoria de mejora del bienestar económico de los obreros, ignoró Marx los factores demográficos ya visibles por el lento pero sostenido saneamiento urbano.

La situación laboral de los obreros inmigrantes a las ciudades no se caracterizaba por la estabilidad sino por sucesiones de trabajo y paro. Nada anormal que una parte apreciable de esa población, sobre todo la femenina y la de edad avanzada, perdiese sus esperanzas de movilidad o incluso de mera supervivencia en base al trabajo y se dedicase a actividades socialmente inaceptables -robo, prostitución, chantaje- que agravaban la violencia no laboral de la nueva sociedad y permitiese a la policía y a los grupos más reaccionarios usarlos contra sindicatos y movimientos revolucionarios. En el 19 Brumario de Luís Napoleón Bonaparte hace Marx amplio uso de este “Lumpenproletariat”.

c) Desde el punto de vista sociológico Durkheim profundizó notablemente nuestra comprensión de los migrantes campesinos a la ciudad. Lo hace recalcando tres características, sobre todo de los que no van acompañados de familia y amigos: falta de control social, diferencia tecnológica y sociológica y pérdida de orientación.

En las pequeñas comunidades rurales existe una red de controles sobre cómo deben ser la conducta y hasta las opiniones de sus miembros. El conocimiento mutuo opera como mecanismo de vigilancia, presión y hasta de penalización ocasional. Quien osa de manera pública obrar y opinar de modo contrario a las normas inculcadas unánimemente recibe muestras de desaprobación y condena social. La comunidad es un monasterio ampliado en el cual resulta difícil actuar y manifestarse de forma poco convencional. Quien emigra a la gran ciudad (cualquier pueblo lo es por su tamaño y diferencias de costumbres y normas) se siente a la vez librado y extraño, poco capaz de saber cómo comportarse en el nuevo medio.

En el campo laboral e institucional el problema no es sólo el de la falta de control sino el de la diferencia de tecnología demandada por las tareas disponibles y de las normas de comportamiento económico. De la empresa más o menos familiar se pasa o se quiere pasar a una más formal. Poderse situar con éxito en el nuevo ecosistema social supone un aprendizaje no sólo novedoso sino con frecuencia opuesto al del lugar de origen.

La falta de control social y la novedad tecnológica e institucional de la ciudad y de la empresa tienden a provocar en el migrante, junto con la sensación de impotencia y de falta de orientación, cierta desintegración moral y práctica caracterizada por no saber cómo actuar ni pensar y por la experiencia de que sus valores son ahora poco útiles y hasta contraproducentes. Durkheim creía poder probar estadísticamente que en el migrante campesino carente de normas y orientaciones (enfermo de “anomía”) aumentaban la frecuencia del suicidio y la intensidad del deseo de aislarse del nuevo y peligroso mundo.

d) Mérito de la antropología social es habernos llamado la atención sobre la manera como los inmigrantes a la ciudad crean con el tiempo, contra el pesimismo de Durkheim pero también contra las esperanzas revolucionarias puestas por Marx en el ejército industrial de reserva, un modo de vida, una subcultura en el interior mismo de la cultura urbana dominante que posibilita la sobrevivencia del inmigrante pobre sin empleo satisfactorio.

Colocándose en aquellos sitios, porque no hay otros, no aceptables en la cultura industrial como aptos para residir -cañadas, pantanos, cauces, laderas de lomas demasiado empinadas- cultivan una existencia rica en pasiones ocasionales y pobre en planificación. En ellos los “débiles”, los justos de los salmos, malconviven con elementos violentos que operan generalmente fuera de sus barrios.

Esa subcultura permite sobrevivir precaria aunque sea falsamente en el sentido de aceptar la marginación o la exclusión de parte de la sociedad económicamente dominante y la infrecuente generosidad de ricos y gobernantes. En ocasiones de extrema calamidad, como la provocada por Noel, en las que la mala conciencia de nuestra sociedad dominante se siente compelida a hacer algo por ellos ¿nos parecerá absurda su negativa a dejar los refugios a no ser a cambio de viviendas en mejores lugares?

e) La pobreza, la aceptada a la fuerza, la que ha perdido la esperanza de redención, es dura y fea tanto por sus carencias materiales como por su amargo pesimismo disfrazado hacia fuera por risas y ocasionales exaltaciones emotivas. Por eso al pobre, no a la pobreza, hay que aceptarlo y ser cautos en criticar algunas de sus aristas.

En la lucha contra la pobreza, es decir contra sus raíces, hay que centrarse en lo que parece fundamental. La migración del campo a la ciudad, el fenómeno causal primario, ya no puede considerarse como objeto primario de esa lucha. Los pobres de hoy son ya sus hijos y familiares “urbanizados” y culturalizados en sus barrios.

No tengo receta válida para la problemática de los barrios. Sí me parece probable que todo esfuerzo por tratar de resolver el problema en base a un enfoque en la persona individual demostrablemente pobre podrá tener impacto asistencial pero no global. La lucha contra la pobreza hoy en día tiene como objetivo principal, no único, los barrios y la creación de empleo.

La creación de empleo en una sociedad en transición tecnológica es, sin embargo, mucho más fácil de planificar que de lograr aunque sin duda tocamos aquí un punto socialmente clave.

2. La creación de empleo en sociedades de transición tecnológica

En Economía el argumento basado en la autoridad debe limitarse al examen de las razones aducidas por grandes economistas para emitir sus apreciaciones. En ese ánimo presentaré algunas observaciones de Greenspan sobre la dificultad sistémica de la creación de empleos bien retribuidos en una economía global.

a) Greenspan acepta que los Estados Unidos sufren el trauma de una sociedad de ingresos cada vez más desiguales entre las personas mejor preparadas y las que no lo son en tan alto grado. El ingreso promedio de los empleados sin preparación técnica está estancado o incluso decrece en los últimos 20 años mientras aumenta el de los calificados (empleadores, profesionales, técnicos y empleados).

Greenspan identifica tres causas de este fenómeno: la tecnología, la liquidez internacional y la falta de educación pública de calidad.

La tecnología a la vez que crea nuevos y mejores productos destruye empresas que no se renuevan, sucumben a la competencia o sencillamente emigran a otros países de menores costos. Su efecto negativo principal es el stress por inseguridad del empleo o pérdida de ingreso real para pagar sus deudas a que se encuentran sometidos quienes aún trabajan en ellas.

El aumento de liquidez internacional se debe al aumento de la tasa de ahorro de los países emergentes y de la relativa dificultad en convertir esos ahorros en inversiones en su propia tierra. En busca de mejores rendimientos y sobre todo de mayor seguridad los nuevos ricos de esas economías y de la de otros países plenamente desarrollados pero temerosos de inflación o de seguridad invierten a bajos intereses reales en países con sólidas y muy bien respetadas instituciones económicas como los Estados Unidos y en países que ofrecen perspectivas muy favorables para la inversión. Aumenta así la propensión a invertir allí donde la rentabilidad sea mayor.

El único remedio contra la inseguridad y el stress que conlleva la economía global se encuentra en una educación general de calidad que permita a los ciudadanos de un país adaptarse a cambios tecnológicos frecuentes o crear sus propias empresas de alta tecnología. La educación de calidad es evidentemente una empresa a largo plazo. Greenspan recomienda la libre inmigración de maestros y científicos como el modo más rápido de mejorar la calidad educacional. En otras palabras: generalizar en todos los niveles de educación la práctica norteamericana de atraer científicos de otros países a sus universidades.

b) No puedo en conciencia negar validez a las observaciones de Greenspan sobre la problemática de la creación de empleo en una sociedad global. Creo, sin embargo, que la situación de los hoy damnificados por Noel no puede esperar veinte años, sobre todo si partimos del supuesto bastante realista de la existencia de una subcultura de la pobreza que dificulta el esfuerzo y no cree gran cosa en el futuro pero que sólo puede ser superada por la creación de empleo para los marginados.

Tal vez la única o la mejor manera de crearlo es aceptar que en una economía con tan grandes brechas entre ricos y pobres la creación de empleos socialmente útiles (los que producen bienes útiles como la construcción, la limpieza, el mantenimiento) aunque menos rentables que los de “mercado” depende de un fuerte gasto público en educación-empleo a costa de limitarlo en otros renglones de menor urgencia.

El país necesita reorganizar los salarios y beneficios adjuntos de la burocracia, disminuir la cantidad y remuneración de profesionales contratados, rebajar gastos en publicidad que camuflan inversiones “políticas” en los medios, respetar una bien discutida lista de prioridades en sus inversiones y contratas y licitarla con rigor según costo y calidad, y transparentar los ingresos y gastos públicos. Lo necesita por exigencias de veracidad y austeridad. Lo necesita para poder aumentar el gasto en educación-empleo sin incurrir en déficits fiscales ni abusar de eternos préstamos externos e internos. Lo necesita finalmente para despertar en los damnificados la chispa de la esperanza en un empleo productivo.

La ayuda asistencial a los damnificados por Noel es buena y necesaria pero nadie afirma que de esta manera empezamos a pagar la deuda social que tenemos con ellos. Sin empleo esa hipoteca nacional seguirá creciendo. Volverán otros Noel y habrá más damnificados y menos esperanza. Los damnificados volverán contra todas las prohibiciones a asentarse en las tierras donde por inútiles se les permita vivir y donde desgraciadamente corren el peligro de hacerse menos útiles a la sociedad y a sí mismos.

3. Nota final

No es posible tratar temas tan complejos en un artículo por largo que sea. Lo que importa es la línea central de pensamiento. Imposible para mí tener en cuenta muchos “detalles” importantes que matizarían posiciones. Lo importante es la visión de futuro: cómo incorporar plenamente (económica, social y políticamente) tanto damnificado a una sociedad de buen corazón y solidaria en la tragedia pero obsesionada por su bienestar personal y familiar y algo olvidadiza de su responsabilidad social.

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